Leia los otros días de cómo la nueva tecnología en los automóviles “autónomos” permitiría salvar vidas humanas al reducir los errores del conductor, pero los accidentes seguirán produciéndose y los ordenadores deberán tomar decisiones difíciles: Cuando un accidente es inevitable, ¿debe el coche salvar a su ocupante individual o a cinco peatones? ¿Debe el coche dar prioridad a salvar a las personas mayores o a las personas más jóvenes? ¿Qué hay de una mujer embarazada? ¿Debería contar como dos personas? Los fabricantes de automóviles deben tener en cuenta preguntas tan difíciles de antemano y programar sus automóviles para responder en consecuencia.
Que disyuntiva ética tan compleja deberán asumir los lideres que tomen estas decisiones…
Durante siglos los filósofos han discutido sobre lo que constituye la acción moral, teorizando sobre lo que la gente debería hacer.
Leia los otros días un artículo sobre la ética de un líder, escrito por Max H.Bazerman autor de “Better, Not Perfect: A Realist´s Guide to Maximum Sustainable Goodness” (Harper Business, 2020), que me parece una buena reflexión para el mundo de los negocios. Su enfoque para mejorar la toma de decisiones éticas pasa por combinar el pensamiento filosófico con el pragmatismo de la escuela de negocios: esto sería algo como “hacer el camino” desde maximizar el beneficio para nosotros mismos (y nuestras organizaciones) hasta comportarnos de la manera más ética posible, estableciendo una especie de Estrella Polar para guiarnos. Es difícil de alcanzar, pero nos puede inspirar a crear más bienestar, aumentando el bienestar para todos. Apuntar en esa dirección nos llevará a una creación de valor, hacia lo que el autor llama la “máxima bondad sostenible “un nivel de creación de valor que podemos lograr de manera realista.
Si nos importa el valor o el daño que creamos, deberíamos reconocer que es probable que seamos éticos en algunos dominios y poco éticos en otros y eso definitivamente es indispensable para identificar dónde el cambio podría ser más útil.
A diario nos enfrentamos a nuevos desafíos éticos, desde qué algoritmo crear para automóviles autónomos hasta cómo gestionar recursos médicos escasos en una UCI durante una pandemia. A medida que la tecnología crea formas sorprendentes de mejorar nuestras vidas, nuestra huella ambiental se convierte en una preocupación mayor.
Todos debemos pensar en las múltiples dimensiones en las que podríamos crear o destruir valor, tomando el crédito cuando lo hacemos bien como líderes, pero también notando -con humildad- la oportunidad ética de mejora que cada decisión conlleva.